domingo, 16 de enero de 2022

La casa amarilla

Mis libros están por doquier, unos cuantos en la casa de mi papá, otros en la casa de mi primo Frank, algunos en Norte américa y los demás en la casa de mis abuelos, la casa donde me crié, allí leí Cien años de soledad, la shulka (la última hija) escuchó a Dido, Laura Pausini, U2 y otros, mi abuelito en sus últimos días escucharía la flor de la canela por Jean Piere Magnet y mi abuelita bailaría un carnaval con el primogénito de los varones. 

Aquella casa siempre estuvo llena de animales, la primera que recuerdo es Tamara, una pequines, landosa y hermosa que conversaba con mi abuelo, los gatos también lo querían mucho a él; mi abuelita criaba gallinas, ahora mismo escucho el morocho caer en el plato, también criaba sorzales e indios pishgos, ella siempre amo las aves. El último de ellos fue un guacamayo, el amigo Paco.

Además de ello mi abuelito sembraba maiz, siempre recuerdo como trabajaba con su pico y rastrillo la tierra, la regaba, días después empezaba a emerger el maiz, tan delicado, abriéndose paso a la vida. Cuando llegaba la cosecha no nos faltaba el choclo dulce de nuestra amada sierra, y las humitas que preparaba mi abuelita con el molino en la mesa, y sus hijas ayudando, solíamos regalarle humitas a la vecina Hilda, la vecinca Marina, la vecina Consuelo. La gente de antes se quería con sus vecinos.    

Recuerdo como la vecina Hilda visitaba a mi abuelita y mi abuelita visitaba a la vecina Hilda, una vez en una de sus visitas la vecina Hilda escuchaba a mi tía Victoria (hermana de mi abuela) contar como mi abuelito llegaba manejando su camión para recoger la leche en los porongos a su pueblo, y que los pobladores tenían miedo de un hombre de color negro, de repente la vecina Hilda interviene y dice: ¿Cómo mi comadre no le tuvo miedo? Todos reimos.

Reían también muchos años atras los duendes de la planta roja de leche, mientras yo, asumo que de tres años de edad más o menos pensaba que eran mis tíos quienes estaban reunidos en la cocina, mi abuelito mando a cortar la planta, una hermosa planta de hojas rojas, también habían otras plantas, muchas plantas, un árbol de durazno, plantas de manzana, verengennas , achiras, guacatay, rocoto, perejil, sauco, capulí, palta, aguaymanto, ruda, geranio y muchas rosas . Aún todavía quedan árboles de capulí, palta y carrizo. 

A los habitantes de dicha casa siempre les gustaron los motores, el primero que viene a mi mente es un ford azul que yacía en el patio de la casa, mi abuelo solía encender el motor continuamente para que el elefante azul se conservara, a veces subía en su auto y mi abuelito me contaba sus historias, me gustaba quedarme dormida en el asiento trasero, continuando caminando por la casa se encontraba estacionado lo que fue la parte de un camión, los restos de ese camión eran el escondite secreto de mi prima y yo.  

En dónde nos vamos a esconder ahora, dónde nos vamos a refugiar, año 2022 los hijos de mis abuelos han acordado vender la casa, en el patio jugábamos rayuela, ula ula, rebotaban las pelotas, nos paseábamos en bicicletas, patines, carritos; en una gran llanta de camión un hermano hacía rodar a su hermana, en una carretilla mi papá nos paseaba, unos zapatos recién lustrados muy relusientes reposaban bajo el sol, la casa donde mi mamá se caso, donde ví llegar recién nacidos a mi prima y a mi hermanito, dónde nos refugiaremos Morena y yo, no me encuentro preparada para separarme de la casa amarilla.   



No hay comentarios:

Publicar un comentario