jueves, 29 de octubre de 2020

Braulio quiere sopa de fideos

 Los lugares de climas fríos siempre son propicios para tomarse una sopita caliente, el frío se escurre por las aberturas de las ventanas, puertas y pasadizos hasta llegar a tu estudio y rodear tus pies; el calor de la computadora se ha ido, su capacidad de llevarnos a otra realidad, de entretenimiento y conectarnos con otras personas, seres queridos que se encuentran lejanos se ha esfumado.


Braulio se levantará de su silla, apagará la computadora y se dejará guiar por su antojo de  una sopa de fideos, caminará por las calles de la Av. Atahualpa, llena de sauces llorones, bajo la lluvia menuda en la noche fría que en ocasiones ve desde su ventana. 


Saldrá  un rato a caminar por los fideos, pondrá las manos en los bolsillos por el frío que hace, se le vendrá a la mente lo pequeñas que estaban las hojas de los sauces llorones, mas ahora caen con delicadeza y acarician el piso, ello lo llevará a divagar en como pasan los años, las memorias que se graban y luego se van, el presente está allí, parece que no pasará y de repente las hojas del sauce llorón son podadas.


Braulio sólo salió un rato por una bolsa de fideos, caminará un rato por las calles desiertas, no sé en quién piensa, no sé a dónde va, no sé a quién quiere visitar, y no sé si concretará esa visita; él es un lobo solitario impredecible, que caminará hasta encontrar su bolsa de fideos, guarda ese misterio tan hermoso de los sauces llorones.



Ese misterio de antojar una sopa de fideos, para regresar al calor del hogar, de vuelta a la manada, sentir el calorcito del horno, y preparar su sopa de fideos, saber que mañana es un día especial, saber que este preciso instante es especial, nunca una sopa de fideos fue tan necesaria. 


Angela Espino de la Cruz



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