miércoles, 15 de diciembre de 2010

Lo mejor del mundo

El Chocolate
La relación de una mujer con el chocolate empieza en la infancia, cuando ya es una niña que ya puede ir (sin ser acompañada por un adulto) hasta la tienda de la esquina con un billete arrugado y cambiarlo por una barrita de chocolate, y en un momento deleitarse con el suave y aterciopelado chocolate que se derrite y se mezcla a su vez con la crujiente galleta del primer mordisco.
Durante la adolescencia, cuando la vida se complica, nos consolamos con el dulce y cremoso sabor de la onza de chocolate que colocamos en nuestra lengua y dejamos que se derrita despacio, dejando que su magia nos posea y la amargura de la adolescencia desaparezca.
Con el paso del tiempo nuestra relación con el chocolate se convierte en algo real. Pasamos a tener una relación que algunos han bautizado como de “porcentajes”. El porcentaje del chocolate hace referencia a la cantidad de cacao (o licor de chocolate) que contiene. Cuanto mayor es el porcentaje, más negro es y más sabe a chocolate. No hace falta decir que cuando mejor es el porcentaje, menor es la calidad de la barra de chocolate.
Conforme nos hacemos mayores, la complejidad del sabor, la amargura del café, el fuerte sabor dulce, la suave textura, se convierte en algo de lo que dependemos cuando queremos relajarnos después de un día duro, conseguir algo de placer rápidamente entre el trabajo y la universidad, o, en ocasiones, despertarnos por la mañana con un chute de algo perfecto.
 Para una mujer adulta con responsabilidades y relaciones maduras, el chocolate es esencial, no solo para la salud, sino para la salud de aquellos que la rodean.
¡En serio! ¿Qué otra cosa es capaz de satisfacernos mentalmente, emocionalmente y físicamente de una vez?
Exacto, sólo el chocolate.

El chocolate no te dice que todo irá bien, cuando en realidad las cosas no irán bien. El chocolate te quiere de forma incondicional, pero no le da miedo decirte que ya has tenido suficiente. El chocolate vive en el mundo real, pero no le da miedo soñar un poco de vez en cuando. El chocolate es un verdadero amigo.
El chocolate tampoco cae de los árboles. No lo puedes cultivar, no lo puedes cazar y no lo puedes recolectar. Como el producto en sí mismo, el proceso de fabricar chocolate es complicado pero maravilloso.

Desde la época de los mayas, hemos tostado semillas de cacao, las hemos descascarillado, molido y refinado con manteca de cacao, lecitina, azúcar, vainilla y un montón de aditivos más en un proceso llamado “concheado”, que tarda de 10 a 36 horas y con el que se consigue esa sensación vital de que “se derrita en nuestra boca”
Después del concheado se debe dejar enfriar, un paso laborioso y difícil para conseguir ese producto brillante y crujiente al que llamamos chocolate.

El chocolate sabe a mucho trabajo, el chocolate tiene un toque amargo, el chocolate sabe a postre, el chocolate sabe a pecado, el chocolate sabe a dulzura, el chocolate es complejo, el chocolate es vida.
                                                                                               por Talía Berman, España